lunes, 19 de septiembre de 2016

Nuevas necesidades

por: Arq. Víctor Hugo Torres


Al empezar la década de los ochenta, la ciudad tenía noventa mil habitantes ubicados máximo hasta el anillo vial. Los By Pass estaban lejos; la avenida Chone era un camino tortuoso, por el que transitaban muy pocos carros. 

Tener una línea telefónica era casi un privilegio. Como habían tan pocas, había que distribuirlas estratégicamente lo que obligaba a recibir llamadas donde el vecino, quien, según el humor del momento daba paso a la llamada. La energía eléctrica sufría frecuentes cortes lo que motivaba permanentes reclamos contra nuestra Cooperativa de Electrificación.

En los primeros años de los noventa se ubica el punto de partida de cambios acelerados. Entró en servicio el sistema interconectado, y en cuanto a comunicaciones, la ampliación de las redes fue notable, al tiempo que la población crecía a un ritmo acelerado. Ya no era necesario ir a hacer cola en el IETEL para solicitar una llamada, ya había disponibilidad de líneas por lo que se difundió su uso en hogares y oficinas.

La realidad actual es diferente. Con la aparición del celular, los teléfonos convencionales prácticamente pasan desapercibidos. Ahora nos parece que la imagen que traslada su presencia en la ciudad ha cambiado de una cosa importante a una contaminación visual. Muchos claman por la desaparición de los desagradables “tallarines” que cruzan las calles de la ciudad y proponen cables subterráneos. El Puyo es una ciudad que ha creado una empresa pública de ductería, apuntando a que dentro de poco, todos los servicios que requieran cables sean retirados de los postes y se conduzcan por los ductos municipales, a quien deben pagar un arriendo. La reconstrucción de Portoviejo, Manta, Pedernales incluye una política en ese sentido, para lo que se han destinado 200 millones. Es claro que terminó una etapa  y aparecen nuevas necesidades.


Artículo publicado en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 19.09.2016

Mesas de diálogo

por: Arq. Víctor Hugo Torres



Progresar es renovarse gritaba Unamuno desde su tribuna, frase que los Españoles la adaptaron a renovarse o morir cuando sintieron que era necesario emular a los vecinos. Hay que saber tomarle el pulso a la historia, decía un político venezolano, haciendo referencia a que las ideas tienen un momento para que se concreten; ni antes ni después. Parece que ambas frases tienen vigencia en los momentos que vive nuestro Cantón, cuando estamos a punto de cumplir  cincuenta años de vida político administrativa. El sentido común y la madurez adquirida en el tiempo transcurrido, recomiendan que hagamos una seria evaluación de lo actuado, pero también ponernos de acuerdo en los nuevos objetivos que nos proponemos alcanzar en los próximos cincuenta años.

Es conveniente aceptar que se hizo lo que se pudo en las circunstancias que se vivieron, pero con la misma claridad aceptar que los tiempos han cambiado y que es necesario renovarnos.
La vida diaria nos ha conducido a que cada quien se preocupe por su parcela, lo que significa que nadie vea el conjunto del problema. No es verdad que la suma de lo que haga cada gobierno local, cada Ministerio o cada institución, nos conduzca al progreso, sin que alguien fije el norte por donde debemos transitar. Ese norte tiene que ser construido con la participación de la ciudadanía.

Este aniversario nos brinda la oportunidad de proponer un dialogo abierto, que podría ser promovido por un Observatorio o por una Junta Cívica, con la idea de debatir los proyectos del PDOT, apuntando a que sean conocidos y en la medida en que solucionen los problemas puedan ser defendidos por todos de las veleidades de la política. Esa parecería una tarea nata para el gremio de arquitectos. ¿Será que pueden salir de su zona de confort? 


Artículo publicado en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 12.09.2016

lunes, 5 de septiembre de 2016

Plan Piloto

Hasta los albores del siglo veinte, los Tsachilas vivían como amos y señores de la región selvática de esta parte del país. Esa monotonía se rompía con las visitas que recibían como consecuencia de la  fama que adquirieron sobre su capacidad para curar enfermedades que la medicina tradicional no podía. Al poco tiempo asomaron los caucheros que se introdujeron al corazón mismo de la selva con lo que se inicia la presencia permanente de otros grupos humanos.

Corrían los años cuarenta del siglo pasado cuando en las esferas del gobierno de turno se empieza a escuchar criterios sobre la conveniencia de que el país cuente con una política de ocupación de este territorio. Como pasa siempre, para que se concrete una idea debe transcurrir un tiempo y le corresponde al Gobierno de Camilo Ponce poner en ejecución un Plan Piloto de Colonización, que contó con recursos provenientes del  BID. El plan Piloto se aplicó en un polígono que ocupaba tierras de Esmeraldas, Manabí y Pichincha, así como en la parte del Oriente Ecuatoriano.

Con el apoyo logístico del Ejército, se construyeron los centros operativos en cada sector. Cada uno de ellos contenía un dispensario médico, una sala de capacitaciones, una capilla, y oficinas administrativas, ubicadas alrededor de una plaza. Pasan los tiempos y el proceso nos conduce a lo que hoy tenemos, en términos de ocupación del territorio. Hoy una parroquia rural se asienta sobre lo que fueran las oficinas de un ambicioso proyecto en cada región, acá se denomina Plan Piloto, en el Oriente El Proyecto.

Tal vez sea un despropósito sugerir a estas alturas del recorrido, proponernos repensar en esos nombres, para re bautizarlos con nombres más apegados al desarrollo del proceso, antes que a la idea inicial.  Que dirá la gente de Plan Piloto?

por: Arq. Víctor Hugo Torres

@torresegas

 

Artículo publicado originalmente en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 05.09.2016