lunes, 29 de agosto de 2016

Homenajes

por: Arq. Víctor Hugo Torres




Para la celebración de los cincuenta años de Cantón, el CREDES ha previsto una serie de homenajes a varias personalidades. El viernes 2 de Septiembre se cumplirá un homenaje a Hólger Velasteguí Domínguez, que con su actividad en Radio Zaracay sirvió de enlace a los ecuatorianos que se habían aventurado por estas tierras, con su familia que ávida de noticias se enganchaba a la radio en los diferentes lugares de la patria.  
A finales de Octubre se tiene previsto dos actos en uno. Se empieza con un homenaje a Arturo Ruiz Mora, persona que ha contribuido de manera decidida  especialmente con la educación de nuestra ciudad, al haber sido promotor de la biblioteca Municipal y donado los terrenos en los que funciona la UTE. Este acto será en el marco de un encuentro masivo de personas mayores, que por el solo  hecho de haber venido a romper montaña, poner un negocio, instalar un taller,  ejercer un cargo, los convierte en pioneros de nuestro pueblo y por lo mismo en merecedores de nuestro reconocimiento.  Todos quienes han vivido en Santo Domingo desde hace cincuenta años están convocados a este encuentro.
El próximo año retomaremos la tarea de rescatar del olvido a otras personalidades. Se ha propuesto los nombres de  Ramón Chérrez, Cadmo Zambrano, Cesar Fernández, Alfredo Pérez,  Miguel Velarde, Beatriz Tylor, Rodrigo León, Clemencia Rodríguez, lista que debe ser completada con otros nombres que puedan sugerir.
En general la idea es que las Fiestas de Oro del cantón tengan un componente de gratitud con quienes sentaron las bases de lo que hoy es nuestra provincia. Lo que hoy tenemos es el fruto del esfuerzo de miles de ecuatorianos que nos precedieron y consideramos nuestra obligación ser grato con ellos y seguir su ejemplo de lucha.


Artículo publicado en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 29.08.2016

lunes, 22 de agosto de 2016

El Pueblo y el Estado.

por: Arq. Víctor Hugo Torres

@torresegas


Los espacios noticiosos están llenos de información electoral que dan cuenta de las escaramuzas de las distintas tiendas políticas que aspiran a captar el poder, en un juego cíclico que consiste en tratar de impedir que siga la misma argolla, para dar chance a otra argolla que quiere sacrificarse por el Estado. 
Para el pueblo, el Estado se expresa en lo cotidiano, en el trato que recibe cuando acude en busca de cupo para la escuela de su hijo, cuando busca trabajo, en el transporte público, en el hospital, en el Juzgado o en los controles policiales. Ahí siente el peso del Estado del que hablan los grandes personajes, allí se traduce la Constitución que según dicen está llena de derechos y garantías. Por lo mismo, sabe que gane quien gane, debe trabajar para comer.

Entre el pueblo y el estado, el sistema ha colocado al servidor público, que es el encargado de aterrizar los conceptos. Tanto los gobiernos de  cercanía como el gobierno central deben cuidar que los aparatos administrativos estén al servicio de la gente y se constituyan en facilitadores de la cosa pública; eso que parece razonable, no siempre se cumple  a juzgar por las experiencias que a la mayoría nos toca vivir. Tres meses para obtener una cita médica, tres horas para que lo atiendan en el Hospital, seis meses para aprobar un plano, tres meses para cobrar una planilla, largas filas para cobrar el bono, madrugar para obtener un turno o sufrir la incautación de  los productos de su venta callejera. 
La burocracia es importante para el desarrollo de los pueblos, en tanto se encarga de implementar la ley, pero hace falta que esté referenciada en función de la gente, a la larga, la razón de su existencia. 


Artículo publicado en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 22.08.2016

lunes, 15 de agosto de 2016

Apreciaciones distintas

por: Arq. Víctor Hugo Torres

Un agencioso rector de un colegio local se acercó a la Embajada de Japón para recabar el nombre completo del Embajador con el fin de hacerlo constar en una placa de agradecimiento por el financiamiento otorgado a la construcción de aulas. La respuesta del personaje en referencia nos dejó una profunda lección: “Por favor, si va  a hacer una placa, no ponga mi nombre, ponga al Pueblo de Japón. Es el pueblo el que paga sus impuestos de donde se toma el presupuesto para apoyar al desarrollo de otros pueblos del mundo. Yo soy servidor público, me pagan un sueldo por hacer mi trabajo, no merezco ningún homenaje”

También se ha visto todo lo contrario;  personajes locales que exhiben paredes llenas de placas que recuerdan su paso por el sector público. Eso nos retrata como pueblo y como clase política. Como pueblo, está claro que brota por los poros la generosidad no exenta de ingenuidad, que nos hace sentir que hemos sido bendecidos con lo que debería ser un derecho. Como políticos, es evidente que nos quedan rezagos del feudalismo que nos hace sentir que damos algo que nos pertenece, cual Mesías prometido, cuando solo estamos cumpliendo con nuestro deber.  Esa parte de nuestra cultura política nos lleva a pensar que somos únicos, que debemos reelegirnos permanentemente, que nadie lo podría hacer mejor que nosotros y que son amargados quienes se atrevan a dudar de nuestras ejecutorias.


Los seres humanos necesitamos reconocimiento social casi con tanta intensidad como necesitamos alimentos, pero es el nivel de madurez y de conciencia el que nos lleva a dominar nuestra vanidad  y a dar el sitio que corresponde a cada cosa. La toma de conciencia nos conducirá al día en que los rótulos de la obra pública digan simplemente: Al Pueblo de Santo Domingo.

Imagen de Oswaldo Terreros: Sin título (campesino/indígena). 2010, lana, 300 x 185 cm c/u 


Artículo publicado originalmente en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 14.08.2016

lunes, 8 de agosto de 2016

El alma vuela

Los privados de la libertad necesariamente deben tener restricciones, dada su ubicación frente a la ley. De hecho tienen sus rutinas pre establecidas; una hora para levantarse, para hacer deporte, para comer, para acostarse, para todo lo que humanamente pueda controlarse. Sin embargo, el espíritu humano es indomable como puede verse en un caso sucedido en la cárcel de nuestra ciudad.

Luego de las oraciones, llegada la hora de acostarse, desde una celda se podía escuchar que dos tipos presentaban un imaginario programa radial, que incluía noticias del día, amenidades, canciones, mensajes por onomásticos, cumpleaños y hasta publicidad.

Muy pronto adquirió fama y fue reclamado también por las celdas vecinas; nadie podía perturbarlo con otro tema, porque la mayoría obligaba a que se mantenga el silencio que permita escuchar la voz de los locutores, que pronto quedaron atrapados por la obligación, al punto que no les fue posible suspenderlo, ante la demanda de oyentes que incluía a los guardias de turno.

Hubo una larga temporada en la que era posible ver durante el día que los presos se preparaban, ya solos o en grupos, para su participación en el siguiente programa. Llegó a ser un espacio muy importante para canalizar las emociones, en circunstancias en las que tienes tan pocos estímulos.

Las autoridades se enteraron del fenómeno local y no tardaron en formalizar lo surgido espontáneamente, para lo que dotaron de los equipos suficientes para que en la cárcel se instale una emisora con cabinas de grabación al estilo de una radio profesional, con una programación completa que permite la expresión de los privados de la libertad. Sin embargo, la sofisticación técnica no puede borrar del recuerdo de los presos, el programa que, más que con los oídos, se escuchaba con el alma.


por: Arq. Víctor Hugo Torres

Artículo publicado originalmente en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 8.08.2016