por: Víctor Hugo Torres Egas
Con motivo del retorno a la
democracia se promulgó la Ley de Partidos políticos. Las organizaciones de
izquierda promovieron el voto de los analfabetos, se eliminó la representación funcional y se
instauró la obligatoriedad de que la participación política debe realizarse
exclusivamente a través de los partidos políticos, para cuyo funcionamiento se
destinó recursos del Estado, en el afán de que la participación no se reduzca a
grupos económicos hegemónicos. Transcurridos cerca de cuarenta años, valdría evaluar
si efectivamente se logró democratizar el ejercicio de la política.
Si analizamos las listas de
candidatos, encontramos que no son pocos los partidos que han optado por gente
que tiene popularidad, lo que habla a las claras de que su grupo no tuvo la
capacidad de generar cuadros, ni que el tema de la ideología sea importante a
la hora de colocarlo en su representación. Se privilegia el objetivo de ganar a
cualquier costo, sin importar si el candidato estará en condiciones de ejercer
el cargo con solvencia y autonomía, lo que evidencia que hay grupos que se
reservan la capacidad de decidir y para eso utilizan a otros que solo servirán
de comodines.
Mientras tanto, la ciudadanía se
limita a contemplar los toros desde lejos, sin poder evitar que el ejercicio
del poder sea patrimonio del grupo ganador de una elección. La ley de
Participación ciudadana genera una serie de mecanismos para que la sociedad participe
en diferentes instancias, pero es evidente que
es una instancia en proceso, que requerirá de años para que deje su rol
de permanente demanda y asuma un rol más propositivo. Eso solo será posible
cuando las necesidades básicas hayan sido resueltas para la gran mayoría. Por
lo pronto, lo que nos queda es pedir más seriedad a las organizaciones
políticas.
Artículo publicado en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 28.11.2016