Seguimos llegando
Durante mi vida estudiantil aprendí que santo Domingo es una ciudad muy joven, en la que la mayoría de la población proviene de otros sectores del país. Se me decía que la etapa de crecimiento abrupto había terminado y que se iniciaba una etapa de un crecimiento más bien mesurado. Sin embargo, yo veo que seguimos llegando desde todos los rincones de la patria. Mi propia familia es un ejemplo de eso.
Nací en Cuenca
en el año de 1990. Llegue a esta tierra hermosa cuando tenía tres años. Mis padres se casaron cuando eran aún muy
jóvenes; después de tres años de matrimonio tenían ya dos hijas, y se vieron
obligados a dejar su ciudad con el único sueño de darnos un futuro mejor. Su
nueva tierra fue Santo domingo de los Colorados.
Años más tarde tuve
la oportunidad de conocer la ciudad donde nací. Sin duda es una ciudad muy ordenada, sin embargo, prefiero mi
nueva ciudad, por ese calor humano que encuentro en ella y por su rica mezcla
entre costa y sierra.
Todas las mañanas nos despertaba un rico olor a café pasado elaborado por mi Madre. Nunca faltó mote en la mesa de mi casa, lo que delataba el origen morlaco de mi familia, pero también había en mi mesa un rico verde asado y nunca faltaba una fritada en la mesa de mi Abuelita, a quien visitaba con frecuencia. En definitiva, mi vida se desarrollaba en medio de diferentes costumbres e identidades.
Pero a mas de
las comidas, lo que más me gusta de esta tierra es su calor humano. Cuando mi
abuelita salía para hacer sus compras, siempre la acompañábamos. Veía como les
sonreía a todos y podía sentir el afecto de todos hacia ella. Eso me hace
recordar las palabras de mi padre “saludemos a todos, sin importar a quien, porque no sabemos si
necesiten una sonrisa de nosotros”.
Existen muchas historias de distintas familias que han hecho de esta tierra su hogar. Quisiera que conozcan a mi Abuelo Juvencio Carrión, él es oriundo de Nabón un pueblo situado a treinta minutos de la ciudad de Cuenca, en la Provincia del Azuay.
-¿Se siente feliz viviendo aquí? Le
pregunto. Con una sonrisa en sus labios me respondió: --Qué más puedo pedir, si
esta ciudad me ha dado todo.
-Desde cuando en esta
ciudad, Abuelito?
-Recuerdo que llegué en el año 1978.
Yo trabajaba en la construcción de la
vía Aloag- Santo Domingo en calidad de operador de maquinaria pesada. Llegué
con muchas dudas y un cargamento igual de ilusiones a nuestra primera casa
ubicada en las Palmeras manzana 7 casa 9. Al comienzo dejaba a mi familia aquí
para irme a cumplir mi trabajo, pero al poco tiempo decidí renunciar a la
carretera para convertirme en comerciante. Mis primeros años los invertí en la venta de
productos de primera necesidad. Salíamos a los pueblos cercanos, lunes a la
Concordia, martes a Los Bancos, miércoles a Quinindé, jueves La Concordia, viernes
hacíamos compras y el Sábado a El Carmen. Domingo descansábamos. La vida ha sido generosa con nosotros y hemos
podido educar a nuestros hijos” termina mi Abuelo.
Hoy que ha acumulado años, está
pensando que merece un descanso, por lo que ha decidido comprar una casa
pequeña en su Nabón, para irse de cuando en cuando a darse una vuelta y charlar
con sus amigos. Lo tienen bien merecido, pienso yo.
Luis Torrico es un argentino que vino por unos días y finalmente se quedó. Él es ahora propietario de las Parrilladas “ Che Luis”. Su historia comienza cuando Jorge Quezada decide viajar hasta la Argentina de mochilero. Cuando se despedía de su familia, su sobrina Mary Ochoa le recomendó en son de broma que a su regreso trajera un argentino con el que pudiera casarse.
Jorge cumplió su sueño de conocer esas tierras en donde se paseó lo suficiente. Al emprender su retorno, coincidió que en el asiento contiguo del vehículo que lo traía de regreso, viajaba en calidad de mochilero un muchacho argentino que iba con destino a México, en donde pensaba asistir al mundial de fútbol del 86 y alentar a su selección. Llegaron juntos hasta Quito en donde Jorge, como buen anfitrión, le extendió una invitación para que se desvíe por un momento de su ruta y pase conociendo Santo Domingo. Llegaron a casa de la familia Ochoa que era en donde vivía Jorge. Apenas llegados, se dirigió a su sobrina:
-Me pediste que
trajera un Argentino para casarte y yo cumplo mi encargo.
Luis estaba sonrojado, pero Mary estaba roja como
un tomate, según afirma Jorge. Luis interviene en el diálogo para recordar:
-Esa familia
resultó un encanto y yo no dejaba pasar ninguna oportunidad sin acercarme a
Mary, una joven de apenas 17 años, yo ya tenía veintisiete, pero muy guapa y
con una forma de ser que logró moverme el piso apenas la conocí. Era indudable
que la broma del matrimonio había marcado nuestra amistad.
-Hice unas
vueltas por Santo Domingo, continúa, hasta que llegó el momento de seguir mi
viaje. Decidí ir a Quito a hacer unos papeles y volver en un par de días para
despedirme. Me esperaba México en donde tenía una cita con Maradona a la que no
quería dejar de asistir.
A mi regreso sucedió algo grave. En un exceso de generosidad, la mamá de Mary metió mi ropa en la lavadora, con tan mala suerte que incluyó mi dinero, mi pasaporte y otros documentos personales que quedaron inutilizados. Este incidente me obligó a quedarme mucho tiempo más del que había pensado, por lo que decidí renunciar a México, ponerme a trabajar para poder reunir lo que necesitaba y regresar a mi país. Ahora tenía que conformarme con ver el mundial por televisión.
A mi regreso sucedió algo grave. En un exceso de generosidad, la mamá de Mary metió mi ropa en la lavadora, con tan mala suerte que incluyó mi dinero, mi pasaporte y otros documentos personales que quedaron inutilizados. Este incidente me obligó a quedarme mucho tiempo más del que había pensado, por lo que decidí renunciar a México, ponerme a trabajar para poder reunir lo que necesitaba y regresar a mi país. Ahora tenía que conformarme con ver el mundial por televisión.
Después de un año en la ciudad Colorada, ocupándose en lo que más podía, Luis alcanzo a reunir el dinero que necesitaba para su regreso a su Buenos Aires querido. Resultaba mejor el itinerario por Bogotá, así que emprendió viaje hacia el país del norte. Una vez allá y faltando pocas horas para abordar el avión, no pudo más con su pena y decidió hacerle caso a su corazón que le gritaba que no vaya a Buenos Aires, que su lugar estaba en Santo Domingo.
-Allí tomé la
decisión más importante en mi vida. Regresé a Santo Domingo y le propuse
matrimonio. Me casé con ella y desde ese día no hemos dejado de trabajar juntos
para poder darles a nuestros dos hijos lo mejor. Nunca pensé en dedicarme a
hacer parrilladas o a cocinar, todo lo que sabía de cocina era lo que había
aprendido de mi padre, que en muchas ocasiones cocinaba en nuestra casa. Pero a
pesar de todo esto no me dio miedo emprender mi negocio; iniciamos vendiendo
pinchos y a medida que pasaba el tiempo nos dimos cuenta que la acogida de
nuestros clientes iba creciendo, por lo que después de vender la casa que
habíamos obtenido con mucho sacrificio, construimos el local en donde en la
actualidad funciona la Parrillada “Che Luis”.
Luis y Mary conforman una linda pareja que ha tenido éxito en el negocio. Con toda seguridad habrán tenido que vencer muchos obstáculos, pero es indudable que con esfuerzo y dedicación, han logrado levantar un prestigio a nivel local y nacional.
-Creo que he
sido bendecido siempre en mi vida, me siento muy feliz porque logré tener la
familia que siempre soñé. Hasta ahora no puedo establecer si el lavado de mis
billetes fue una medida deliberada de mi suegra o efectivamente fue un accidente.
En todo caso, le agradezco por haberme proporcionado tanta felicidad, nos dice Luis Torrico, con una amplia sonrisa.
Reflexiono sobre
mi entorno familiar y corroboro lo que decíamos al comienzo; este pueblo sigue
creciendo cada vez más porque seguimos llegando compatriotas de todo lado. Solo
en mi círculo encuentro a personas de Santo Domingo, de Cuenca, de Nabón, de
Quito, de Manabí y hasta de Argentina. En este grupo destacan mis dos hijas que
orgullosamente nacieron en esta ciudad, llena de abundante vegetación pero
sobre todo de personas amables. Ellas constituyen la minoría por su lugar de
nacimiento, aunque cada vez los Santo Domingueños somos más, porque cada vez
somos más los que habiendo nacido en otros lados, acogemos a esta tierra como
nuestra. Unos tuvieron la suerte de
nacer aquí, yo en cambio he decidido que aquí está mi hogar, por convicción personal,
no por casualidades del destino. Cuenca me tendrá que seguir esperando.
* * *
En Mayo 2014, JC.
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