Se
calculan por miles los que se quedaron sin viviendas luego del sismo; solo en nuestra provincia se
calculan quinientas casas que hay que reponer. Lo lamentable es que muchos no
estarán en la lista de beneficiarios de las entidades del estado, por lo que
están abocados a apelar a sus propias fuerzas para superar el problema.
Detrás
de cada damnificado hay una historia; les comparto dos casos en San Jacinto del
Búa. Don Simón, un hombre de la tercera
edad, vio cómo a pocos pasos de él su compañera era aplastada por una pared de
bloque que le quitó la vida. Patricio, un joven de veinticinco años, casado y
con una niña de tres, apenas alcanzó a salir de la casa que acababa de
inaugurar, para ver cómo se derrumbaba, cual castillo de naipes.
Cada
uno por su lado, ahora vive en una covacha construida de manera emergente con
caña y cubierta de plástico. Una casa definitiva es urgente en ambos casos.
La
Junta Parroquial canalizó la ayuda de un grupo de voluntarios de Santo Domingo
que se juntan a las familias de los damnificados y emprenden una minga. Ya se
cuentan con los planos y la lista de materiales. La casa de Don Simón será
grande, puesto que viven cuatro familias; la casa de Patricio será suficiente
como para los esposos y su pequeña hija, aunque se ha previsto que su joven
esposa pueda tener un hijo más. No serán de lujo, pero seguro serán muy
cómodas. Don Simón tiene hijos en otras
ciudades que harán llegar su aporte, otros hijos se volverán albañiles
temporalmente. Patricio es solo, necesita ayuda en madera, en caña, en zinc, en
clavos, una puerta, un sanitario, todo sirve.
La
ayuda debe continuar, ahora de otra manera. Que no desmaye.
Artículo publicado originalmente en diario La Hora Ecuador Santo Domingo 09.05.2016
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