por: Víctor Hugo Torres Egas
Pocos vestigios quedan de lo que un día fue la “Mina La Plata”.
Nada indica que allí hubo un campamento, oficinas administrativas, consultorio
médico, trabajadora social, almacén y otros servicios como piscina, canchas y
sauna. Todas esas instalaciones eran de
propiedad de Minera del Toachi, una empresa con accionistas de Finlandia,
Alemania y Perú que se juntaron para explotar una mina ubicada en el sector de Palo
Quemado.
Su apogeo duró seis años, comprendidos entre 1977 y 1983, en
los que llegaron a explotar un promedio de 150 toneladas diarias de una pasta
que contenía cobre, plata, oro y zinc que eran exportadas por el puerto de Esmeraldas.
La actividad terminó abruptamente con el abandono de los ejecutivos de la
empresa. Un día salieron de vacaciones de navidad y no regresaron nunca más. Desde
Perú argumentaban que prefieren abandonar las instalaciones, los tractores,
vehículos, camiones, a vivir en ese ambiente enrarecido que se sentía en la
relación con el sindicato y comité de empresa. Públicamente dijeron sentirse
acosados por la permanente presencia de dirigentes
laborales que incitaban a acciones de hecho. Que varias veces fueron impedidos
de utilizar los vehículos, por lo que debieron caminar los 15 kilómetros que
separaban a la mina del recinto La Unión.
La envergadura de la empresa podría considerarse de nivel
medio, puesto que llegó a tener 200 trabajadores de campo, 60 obreros de la
planta y 40 administrativos. Las organizaciones asumieron el control de la empresa.
La venta de los bienes formó parte de su liquidación.
De los cinco técnicos que estaban al frente de la mina, el
Ing. Luis Núñez se quedó entre nosotros; de los obreros, Segundo Guerrero ingresó
al Municipio. Ellos son testigos vivientes de este capítulo semi olvidado de la
historia de nuestra región.
Artículo publicado en diario La Hora
Ecuador Santo Domingo 5 de febrero de 2017
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