La columna de los viernes se hacía
eco del pedido de las Juntas Parroquiales que plantea que sea el área rural la
que elija al Prefecto. Parece lógico el pedido, si consideramos que las
competencias que se le han concedido restringen exclusivamente su actividad
para ese sector. Cuando empezó nuestra vida republicana, la organización del
estado partió de un gobierno central y de los cabildos Municipales; ya entrado
el siglo veinte aparece lo que se denominaba hasta hace poco el Consejo
Provincial. Ha desaparecido como forma de gobierno y vuelto a aparecer por lo
menos en dos oportunidades, básicamente porque se percibe superposición de
roles con los municipios y los Gads Parroquiales, especialmente ahora que hemos
definido claramente las competencias de cada nivel de gobierno.
Hay una propuesta de
Regionalización que asigna un rol diferente a los Consejos Provinciales, pero
que no se ha implementado y a estas alturas vale la pena preguntar si esa
propuesta sigue en pie o ha sido archivada; mientras tanto, el rol de los
Consejos parece forzado, puesto que la
superposición se mantiene. Muchos explican su existencia por una necesidad
política del sistema, que requiere espacios para promover a sus cuadros.
Visto el caso desde la teoría de
la Planificación, los Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD´s) Provinciales difícilmente encuentran justificación,
pero no es menos cierto que ante la pesadez del Estado, muchos ecuatorianos han
recibido el beneficio de su presencia. Hay varios ejemplos de Gobiernos
Provinciales que han marcado la diferencia, en cuanto a vías, regadío, fomento
de la producción, etc. Nosotros le pusimos mucha fe a la provincialización y
sin duda resultó efectiva en muchas cosas. Nos queda pendiente a la tarea de un balance objetivo de nuestro
Gobierno provincial.
Artículo publicado originalmente en diario La Hora 28.03.2016
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