viernes, 22 de enero de 2016

Dolencia principal de los gobiernos locales en Ecuador


La descentralización ha sido un tema que tuvo mucho énfasis en la década pasada. En los corrillos académicos se dedicaron muchas horas a pensar en las formas de romper el centralismo y llevar la democracia a los territorios, como ahora se dice para referirse a las unidades administrativas del Estado.
El debate del tema condujo a que a través de la ley se pretenda elevar el nivel político de los gobiernos seccionales, dándoles categoría de Gobiernos Autónomos Descentralizados (GAD). En la práctica, una vez que ha transcurrido cerca de una década, solo unos pocos gobiernos locales hacen honor a ese nombre, mientras la mayoría todavía siguen en la categoría de deficitarios proveedores de servicios, a la antigua usanza de los Ilustres Municipios y Honorables Consejos Provinciales, como antes se denominaban. 
En el Ecuador, tradicionalmente deben reconocerse tres centros de la política de “primera categoría” que son Quito, Guayaquil y Cuenca. En el resto del territorio se hace política de segunda, de tercera y hasta de cuarta categoría.  Las tres principales ciudades del Ecuador tienen Gobiernos locales muy fuertes, que se caracterizan por dos cosas: un alto nivel de debate político y un alto nivel técnico de los equipos administrativos. Hay que establecer que históricamente ellos disfrutan del hecho de ser núcleos de importantes regiones y que por lo mismo se nutren de lo mejor que tienen sus respectivas áreas de influencia, lo que les ha permitido desarrollar una  importante institucionalidad que a su vez es la semilla de un tejido social sólido, aspecto que no es fácil de encontrar en otros territorios. 

Si nos detenemos en el análisis de la forma como funcionan la mayoría de los municipios, excepción hecha de las tres principales ciudades,  vamos a encontrar que las fortalezas de los Municipios grandes no pueden replicarse en estos territorios. No hay debate político y los cuadros administrativos no alcanzan el nivel adecuado. El nivel del debate político indudablemente es  responsabilidad de la sociedad. Qué puede esperarse de una sociedad sin partidos políticos, sin gremios de profesionales, sin instituciones sólidas? No solo ausencia de debate político, sino más bien prevalencia de la chismografía. En ese contexto se explica que el nivel de los representantes a los gobiernos locales sea deplorable, porque no surgen de ningún proceso social, sino que llegan al cargo sustentados en su popularidad. En lo administrativo, prevalece el amiguismo, la deuda de campaña y en consecuencia se llenan los cuadros por compromisos, sumado a una proverbial costumbre de no tener cultura de planificación, peor de evaluación. El resultado final arroja que los gobiernos locales ecuatorianos se caracterizan por el protagonismo desmesurado que alcanza una autoridad que gobierna sin un contrapeso real, lo que fomenta el populismo y la politiquería. 
Mientras tanto, el fenómeno de la urbanización sigue creciendo. En la actualidad, casi dos tercios de la población vive en ciudades, lo que implica que en gran medida, la suerte de la mayoría de ecuatorianos depende de las ejecutorias de un Alcalde o Prefecto, que a su vez debe enfrentar un escenario de demandas crecientes, en el que debemos responder con cosas que van más allá de  la simple obra de cemento. Compleja realidad.

Ahora que el calendario nos marca el inicio de un año electoral, lo deseable sería ver algún avance cualitativo en los partidos políticos, que tienen el privilegio otorgado por la ley de ponernos el menú del que debemos escoger a nuestros representantes. Esperemos que no sean solo el griterío y la demostración de capacidad económica para contratar seguidores los argumentos para intentar convencernos de que les demos nuestro voto. 
Ojala también que la gente pida que junto con la camiseta, el candidato muestre el plan con el que aspira que nuestra realidad cambie para bien.

Por: Arq.  Víctor Hugo Torres Egas 
Enero 22 del 2016