viernes, 10 de abril de 2015

LA GEOGRAFIA ES DESTINO


Tomado del libro Dignos de una historia  ( link a la dirección del libro)


A mis entrañables amigos atemporales
 

 Cuando se concibió la idea de este libro, me sugirieron que escriba algo bajo el título: La geografía es destino. Probablemente porque soy geógrafo y con esa frase se me relaciona fácilmente, o porque mi padre pensó que con algo así de amplio me abría la senda para la difícil tarea de —en primera persona— narrar alguna historia de nuestra localidad. Probablemente querían que saque a relucir datos técnicos sobre la altura, pluviosidad, clima, producción y todo eso que se atribuye como el campo del conocimiento de los geógrafos. Sin embargo, a partir de la sugerencia yo ya tenía dispuestas en mi mente un cúmulo de cosas, las cuales viví en un año en particular, el 2006.
 
EL REGRESO
Había regresado desde Buenos Aires, la capital del tango y el fútbol, a Santo Domingo, la capital del comercio de ganado y lugar de residencia de mi familia. El semestre de mis estudios de geografía terminó, y regresé para las vacaciones largas. Allá en la Universidad de Buenos Aires (UBA) pasé 2 años, aplastado por los textos de antropología, sociología, economía, geografía política, geografía urbana y otras materias que el tiempo me permitía cursar, como la cátedra libre de marxismo, la cual se complementaba con la asistencia a la Asamblea de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras, y también con las marchas por la educación del 2005. Además de la ‘Facu’, el tango, el rap, el cine, la bicicleta, la migración, la discriminación y el fútbol, tenía a mis hermanos y a mis lindos amigos para sonreír en los bonaerenses barrios de San Telmo y Caballito. Habían sido 2 años intensos en lecturas, pero lejanos de mi pueblito y mi gente, sobre quienes pensaba a menudo, como todo migrante, siempre soñando en verlo mejor. 
Volví en bus, como había planificado, y no en un aburrido y cómodo avión. En el recorrido pasé por la tierra que perteneció al pueblo Quilmes, una de las tantas poblaciones indígenas que desapareció por el abuso del Gobierno colonial y luego del estatal. Estuve en Potosí para conocer la montaña con minas de plata que acabaron con la vida de más de 9 millones de personas, como narra Eduardo Galeano en su libro Las venas abiertas de América Latina. Mojé mi cuerpo en la heladas aguas del Lago Titicaca, me refugié del frío en la Catedral de Cuzco, pase muy rápido por Lima, sellé la entrada a mi querido Ecuador en Macará (desde donde me fui a Guayaquil), para finalmente ‘aterrizar’ en la tierra del viejo Bombolí. El viaje, que duró un poco más de 3 semanas, me permitió tener una idea de nosotros, los sudamericanos andinos, y me alimentó de energía para hacer algo en Santo Domingo.
 
MI ENCUENTRO CON LOS TSACHILAS
Saciada la sed de amor hogareño y pasadas las navidades, junto a 2 amigos ecuatorianos que también estudiaban en Buenos Aires (Jerónimo Zúñiga, estudiante de cine, y Santiago Burgos, estudiante de arte), nos trasladamos a vivir por un par de semanas al territorio tsa’chila. La experiencia fue enriquecedora; me permitió saber que hay 7 comunas, cada una con su Gobierno, escuela y, por lo general, con uno o más ríos contaminados. Conocimos entre otras cosas cómo suena su idioma, cómo son sus casas hoy, cómo y en qué trabajan, y sobre todo, notamos el esfuerzo por mantener eso llamado cultura.
Al inicio pernoctamos donde el exgobernador Nicanor Calazacón. Ahí nos sorprendimos de no ser los únicos, ya que a donde él llegan personas de la Sierra, Costa y Oriente. Arriban donde él porque es un reconocido Poné o sabio en medicina ancestral. En general, los tsa’chilas han sido desde siempre reconocidos por su sabiduría en el uso de las plantas medicinales. De la comuna Chigüilpe fuimos a la comuna Otongo, luego al Poste, a Peripa y al Búa. No logramos ir a Naranjos ni a Congoma, pero nos llevamos una amplia visión de ese grupo humano cuya lengua materna es el tsa´fiqui y se autodenomina nacionalidad Tsa’chila
 
EL PUPUSÁ
El inicio del año seguí viviendo con esa alegría que dan las vacaciones y el calor santodomingueño. Antes de mi regreso tenía la tarea de armar un libro sobre el cantón; mi padre ya había publicado uno, pero de eso ya habían pasado unos años y era hora de que sea actualizado en cifras y perspectivas. Para eso tuve que leer la Nueva Historia del Ecuador, editada por Enrique Ayala Mora, una maravilla colección de trabajos sobre nuestro país. Revisé los textos de Fernando López y de Patricio Velarde, los Planes de Desarrollo Cantonal. En definitiva revisé y resumí todo cuanto existía sobre Santo Domingo. Había que ir rápido, las vacaciones se acercaban al final y debía quedar lista la propuesta. La oficina de mi padre funciona en ‘la esquina de los Víctor’. Así la  llamábamos por Víctor Chinachi, maestro peluquero; Víctor Ramos, periodista; Víctor Hugo Arteaga, abogado; Victor Abad, ingeniero ambientalista, y Víctor Torres, arquitecto. Los 5  estaban en el sector del Pupusa, entre la calle Ibarra y el pasaje Calazacón. Para ser más exactos, nuestra oficina está en el Edificio Riera, segundo piso, desde el cual se tiene una vista panorámica de esa parte de la ciudad. Hacía poco que el estimado alcalde Kléver Pazmiño había decidido retacear un espacio público y ‘rifarlo’ a los comerciantes minoristas, con lo cual desapareció un espacio que fue un ícono de este sector de la ciudad por muchos años. Me refiero a las canchas de vóley conocidas como El Pupusa. Allí, cada tarde, cientos de personas se daban cita para que, en medio de las ‘voladas’, dichos y colocadas de los jugadores, se termine el día. Creo que esa fue la estocada final que asesinó de una vez por todas con la familiaridad de pueblo que se vivía en el centro de la ciudad.
 
RADIO FLAMA
Federico Pérez Intriago quiso tantear el terreno político, por lo que decidió adquirir una estación de radio en nuestra ciudad. Se supo que Patricia Rojas tenía en venta la recordada PTC, de manera que con la asesoría del ‘Arqui’ Torres, muy pronto se cerró el negocio.

Que mi padre estuviera al frente de una radio daba un toque interesante a aquellos días; había que estar pendiente de lo que pasaba en ella, escuchándola mucho, para que por ejemplo no salga del aire. Daba gusto oír el noticiero de la mañana con Miguel Mena Villagómez y Marianella Sánchez.
La voz ronca y cabreada que ponía a veces Mena hacía imaginarse a un boxeador de peso pesado y tener piedad del entrevistado, aunque sus entrevistas casi siempre terminaban con una sonora carcajada. Pasaba que en el pueblo, de una u otra manera, todos nos conocíamos, y la idea no era rematar a la persona sino dialogar, ¿para eso es la radio, no? “Duro con los problemas, suave con la gente”, es uno de los dichos que me agradan del ‘Arqui’ Torres y que, de alguna manera, marcaron la administración de la radio.
 
EL QUE MUCHO SE DESPIDE
Los amigos y la cálida noche de Santo Domingo eran motivo suficiente para andar y desandar sus calles. Entre el bar del ‘Pato’ Mosquera en la Pallatanga, y el Van Gogh (que había sido recientemente inaugurado en el Anillo Vial), encontré nuevos amigos. Allí nos reuníamos con Chiara, María y después Elisa, voluntarias italianas en un proyecto de apoyo y rescate a los niños de la calle. También encontré a David, un geógrafo que en ese tiempo andaba algo perdido de la geografía. Ellos, junto con los viejos amigos, generaban el ambiente perfecto para soñar en un Santo Domingo mejor.

Así, entre gente entrañable y con tantas ideas en la cabeza, los días pasaron rápido y en consecuencia llegaba la fecha del regreso a las aulas, lo que me provocaba una sensación encontrada de tristeza y alegría. No todo es como uno quiere. Cuando me había despedido de todos los amigos, sucedió lo inesperado. Luego de una reunión familiar donde hablamos sobre los pros y contras de estudiar lejos, mi hermano Paúl dijo que él prefería quedarse. Ese hecho lo utilizó mi padre para poner su condición: o todos o nadie. Yo sabía que pesaba el tema económico y entendí que una familia como la mía no podía soportar el incremento de gastos que se presentaba. Se decidió que Quito es la opción de estudio para los tres hermanos universitarios. Mis estudios en la capital debían esperar un tiempo hasta que logre empatarme, por lo que tenía espacio para nuevas ocurrencias. Si tocaba quedarse había que hacer que valga la pena, pensé. Con esta decisión, la esquina de los ‘Víctor’ recibía un nuevo socio.
 
TSACHILA PALAKENAE
Aprovechando la posibilidad de tener acceso a la radio, emprendí el proyecto de hacer un programa que incorpore una visión intercultural, donde se hable tsa’fiqui y castellano; donde se hable de lo local pero sobre todo de los tsa’chilas, sus historias, noticias, problemas y por supuesto de cosas positivas. Una vez conversada la idea con Héctor Aguavil, en ese entonces gobernador tsa’chila, se inició la tarea de capacitar a un grupo de jóvenes tsa’chilas. Hacer radio no es sólo poner música, sino también hablar de cosas importantes. Eso que parece fácil suele ser complejo de lograr porque requiere preparación. Marianella sacó a relucir su calidad humana y su creatividad, así que tomó a su cargo la capacitación del grupo. 3 meses más tarde estábamos al aire con el programa semanal Tsa’chila Palakenae. El programa duró casi un año al aire y dijo mucho en su propia voz. Considero que las jornadas de reflexión emprendidas con los jóvenes tsa’chila fueron un importante aporte a la recuperación de su seguridad tanto individual como colectiva, aparte de que se dejó la semilla del gusto por la radio en algunos jóvenes, algunos de los cuales son parte de la radio que tiene la nacionalidad, gracias a un proyecto del gobierno del ‘Mashi’ Correa.
 
UN PLANO, UN CAFÉ, UN PARO
La oficina del Arq. Torres ha sido sede permanente de interesantes discusiones sobre todo de política local. Sin duda, allí llegan más políticos a conversar que clientes en busca de un plano. Recuerdo una ocasión, varios años antes de 2006, que se reunieron distintos partidos políticos con el fin de lograr una candidatura única a la alcaldía, que lleve el compromiso de cumplir con un programa de trabajo formulado en equipo. Gran idea, pero debido a los intereses propios de los políticos, fracasó.
En ese año, el tema de la provincialización volvió a agrupar a viejos conocidos; los impulsores de este nuevo proceso de provincialización usaban la oficina como la sede donde, entre café y café, se cocinaban los pasos a seguir para darle continuidad a una idea que acababa de cumplir 40 años desde su propuesta inicial. Líder Olaya,
El momento fue propicio ya que el sentir nacional era de cansancio ante la politiquería que cobró varios presidentes en menos de 8 años y, además, se acercaban las elecciones para presidente y diputados. Es en el momento de elecciones cuando los políticos salen de donde quiera que se encuentren para asomarse por los medios de comunicación; allí se reúnen con la gente y uno puede preguntarles —cuando uno deja de aplaudir y empieza a pensar— por propuestas pendientes para el futuro. Tal era el caso de la provincialización de Santo Domingo, un tema viejo, pero siempre vigente en este territorio, un tema al que los políticos de Quito le tenían miedo porque simplemente no sufrían el centralismo estatal y por tanto no lo entendían. Para ellos, depender de Quito debía ser motivo de orgullo, como si atravesar la Cordillera para visitar uno de los despachos de la Prefectura o el Ministerio de Educación fuera la idea de un lunes soñado.
Este grupo supo leer bien lo local y lo nacional. Siempre he pensado si Federico Pérez estaba consciente de la poderosa herramienta que nos había dado. Aprovechando la radio se logró posicionar nuevamente el tema de la provincialización, se sustentaron los motivos por los cuales debíamos ser provincia, los logros a obtener, pero sobre todo fue importante la socialización a nivel cantonal desde los distintos medios de comunicación local. Las radios jugaron un rol importante, el compromiso con el tema provincialización llegó al punto de tener, en varias ocasiones, una transmisión radial compartida. Hicimos jornadas de presentación del proyecto en colegios y universidades; realizamos propaganda radial y televisiva; durante largas horas al aire se analizó el tema. Gracias a todo esto se logró fortalecer el sentimiento de identidad hacia esta tierra, un sentimiento que estaba ahí pero no era muy claro y requería ser puesto a la vista. Mostrar la aceptación del tema era necesario para presionar incluso al Gobierno Municipal, el cual temía realizar la consulta popular, primera estrategia planteada para alcanzar la provincialización.
A ratos el Gobierno Municipal también dudó, como cuándo se decidió organizar el paro cantonal para exigir al Tribunal Supremo Electoral que cumpla los plazos para dar lugar a la consulta popular. Allí jugó un rol importante Fernando Espín, a la sazón vicealcalde del cantón. La estrategia estaba funcionando y una vez iniciado el proceso no fue posible detenerlo.
Fue lindo trabajar con jóvenes que se incorporaron a la tarea, como Mauro Tapia, Luis Reyes, Edison Cordero y tantos amigos que encontraron en la provincia una causa que los motivaba sobremanera. Cuando se ganó la consulta popular, me alegré de no haber regresado a tomar yerba mate en Buenos Aires. Recuerdo de la llamada de un argentino, que desde allá me preguntaba a qué estoy dedicado: “Che, estoy haciendo una provincia”, le contesté.
 
NOS VEMOS MAÑANA
A más de las reuniones de provincialización, los talleres, los programas de radio y la preparación del libro, por esas casualidades de la vida ese año pude conocer a un grupo de personas sumamente interesantes. Una tarde, una simpática voluntaria italiana con la que intentaba dármelas de galán, me presentó a sus vecinos y me encargó entretenerlos mientras ella se desocupaba. Se trataba de los miembros de la Asociación de No Videntes Luz y Sombra. Su sede estaba en la Av. Quevedo, en las aulas que tenía el Sindicato de Choferes junto a su gasolinera. Todo en ese salón llamaba mi atención —si es que eso es posible decir—: el lugar, la oscuridad, el amontonamiento, la falta de ventanas y, sobre todo, la personalidad de esas personas que, pese a su falta de visión y a su condición de pobreza material, irradiaban amabilidad y ganas de vivir, factores que realmente conmovieron mi espíritu.
Conocer la problemática de las discapacidades es algo que todos los políticos deberían intentar en algún momento para entender la importancia de eso llamado ‘población de atención prioritaria’. Después de  conocer sus ideas, sus problemas, sus aspiraciones, sus proyectos y sus vidas, uno queda estupefacto, lo que obliga a pasar de la teoría a la acción. Terminada una jornada de trabajo con ellos, me despedí a gritos: ¡Nos vemos mañana!
“Por mi parte, no creo que pueda”, me dijo uno de ellos, refiriéndose a su ceguera. Así son ellos, sobrellevan con alegría su situación. A mí personalmente me sacan una sonrisa pero, más que eso, me obligan a pensar en serio en cómo ayudar. ¿Por dónde empezar, cuando hay tantas cosas por hacer? Jodida pregunta. Pero, como dice el Arq. Torres: “los problemas llegan cuando uno está en capacidad de resolverlos”. Tocó soñar junto a ellos en una idea que daba inicio a esta relación de voluntariado inicialmente mía, y posteriormente ‘heredada’ a otros amigos y familiares. Aquí otra vez la radio me permitió aportar en algo con este grupo. Organizamos con los amigos y el personal de la radio una serie de cuñas basadas en hechos cotidianos de sus vidas, que transmitían un mensaje de ‘visualización’ de la problemática de los no videntes. Ese fue un granito de arena. Hicimos una presentación artística con el auspicio del Gobierno de la Provincia, que resultó en todo un suceso.
Sin embargo, la obra seguía enterita. Al notar que la organización social de este grupo requería de un fuerte apoyo que se escapaba de mis posibilidades diarias, tuve que buscar refuerzos. Como caída del cielo llegó Megan, pero no es la del 30-S, sino Megan Munroe, una voluntaria del Peace Corps que en ese año vino a Santo Domingo y que, gracias a varias circunstancias terrenales y supraterrenales, logramos que se vincule al trabajo con ellos por alrededor de 2 años, en los cuales —entre otras de las actividades realizadas—, se buscó una nueva sede para la Escuela de No Videntes. En esta escuela se puede aprender movilidad, destrezas básicas, matemáticas, computación y a escribir y leer en braille. Ante tan significativo aporte es increíble pensar que la donación de un terreno —por parte del Municipio de Santo Domingo— para construir la sede de la escuela tardó desde el 2006 hasta el 2012, aunque en realidad no estoy seguro si en verdad se logró. Lo que sí estoy seguro es que aún no hay una escuela para no videntes con sede propia y que, a falta de ese terreno, se perdió la donación de recursos norteamericanos para su construcción. ¿Cuántos ciegos hay en el cantón? ¿En la provincia? ¿Bajo qué circunstancias viven?  ¿Qué tan cerca del ‘Buen Vivir’ están ellos? ¿Qué tan cerca estamos nosotros de ellos, de nuestros otros santodomingueños? Recuerden estas palabras: ‘grupos de atención prioritaria’. Conocer esta realidad fue otra experiencia que hizo que valga la pena haber vivido ese 2006 en Santo Domingo.
 
LA GEOGRAFIA ES DESTINO
Recuerdo una tarde soleada en la oficina del Pupusa; estábamos, entre otros, con Galo Luzuriaga, hablando de Santo Domingo y los años recientes de la colonización. Narraba con su fortaleza característica de alguna vez en que debieron mostrarse fuertes incluso ante los militares, con el fin de proteger la vida y las nuevas tierras ganadas a la selva. En esa época que la ley podía sentirse lejana y se despertaba la idea de un nuevo destino para esta geografía. Creo haberle escuchado decir “porque la geografía es destino, esta rica geografía tiene como destino el ser provincia”. Imagino que don Galo, entre sus lecturas y conversaciones alguna vez conoció esa frase de Napoleón I. Esa frase que encerró una visión del mundo de una época en la que se pensaba que no se podía cambiar una realidad debido a su topografía, es usada por don Galo para decir lo contrario. Esta rica geografía tiene por destino encaminarse, en este caso políticamente, hacia una jerarquía superior que le permita a su vez asistir a una transformación de la sociedad. Santo Domingo es distinto hoy al aquí recordado año 2006; igual de distinto e intenso al de los años del Consorcio de Cooperativas de don Galo. Recordar el año 2006 sólo nos sirve si pensamos en el futuro: ¿Qué pasará con los tsa’chilas? ¿Seguirán con ríos contaminados? ¿Con menos gente hablando tsa’fiqui? ¿Seguirán siendo sabios en medicina ancestral?  ¿Qué pasará con el Gobierno local? ¿Logrará reducir el tiempo de respuesta a los pedidos de los ciudadanos? ¿Lograremos construir el mundo del ‘Buen Vivir’ y del hombre nuevo sobre esta geografía? Yo solo sé que el destino se hace mejor con sabiduría y sudor y que deben ser sus habitantes quienes trabajen hacia ese horizonte de mejores días. Hoy sigo lejos y no sé si por eso o por necio es que continuo soñando con días mejores para mi Santo Domingo.
  
Tomado del libro Dignos de una historia
 
Por: Víctor Torres López
2014
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